Jueves

Hoy la ansiedad se ha apoderado de mi. Creía tenerlo claro, creía saber lo que quería. Creía saber que eso era realmente lo que necesitaba. Pero entonces, mientras estaba sentada en la oficina ha llegado mi Bollito paseada por el cochecito que empujaba su mamá. Esos ojos azules, esos mofletes apretujables y esos tres meses de vida que, sin duda, animan a querer vivir. "Ay, qué bonita está esta niña" y en menos de cinco segundos su mamá la ha cogido del cochecito y me la ha dado.
Cuarenta minutos entre mis brazos. Miradas con las que me la comía. Besos achuchables, Cogerla así, cogerla asá. Ruidos adorables. Sonrisas que cautivan. Y varios intentos de que se fuese con Mamá. Y nada, Bollito manifestaba su descontento llorando cada vez que lo intentaban. Y yo el mío. No quería dejarla aún.
No quería dejarla porque no sabía qué sentía, ni cómo lo hacía. O sí. Sí que lo sabía. Soy capaz de conocerme y conocer mis sentimientos y emociones, aunque no las reconozca. He tenido miedo, he tenido dudas. He sentido un fuerte deseo por no renunciar a ese momento. Al poder tener a alguien así entre mis brazos.
Hay infinidad de maneras de alcanzar ese momento. Pero, ¿por qué no esa? ¿Quiero renunciar?

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