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Mostrando entradas de abril, 2016

El Fenotipo del Amor

Muchas veces me han preguntado por qué soy fiel defensora del amor si no mantengo ninguna relación sentimental. ¡Agggg! Verdadero terror siento cada vez que me dicen algo por el estilo. Siento miedo, básicamente, porque me preocupa que sigamos viviendo, alimentando y criando una sociedad que relaciona, une y establece como base del amor las relaciones de pareja. Maduremos emocionalmente, por favor. El amor y amar, tantas maneras de hacerlas y todas tan válidas. Adoro amar, es más, como millones de veces he manifestado, para mi, el amor lo es todo. El amor es fuerza, pasión y coraje. El amor es alimento, oxígeno y vitalidad. El amor es vida y como vida que es hay que cuidarlo, trabajarlo y valorarlo. El amor es diverso. Es diverso es sus formas, en sus nombres y cantidades. El amor propio. El amor de los padres. El amor de las madres. El amor en la familia. El amor entre amigos y amigas. El amor de los animales. El amor de los hijos e hijas. El amor por los nietos y nietas. E

Amen sin tilde

A menudo me encuentro con conversaciones con amigos, amigas o conocidxs sobre sus vidas sentimentales. Dualidades cargadas de amargura. El quiero y no puedo, el quiero y no debo y el quiero y no sé cómo hacerlo. Estas cuestiones que nos asaltan no son más que meras barreras que nosotros mismos, como personitas emocionales, nos ponemos. Que sí, que nos las ponemos nosotrxs. Que la vida no es fácil, ¿cómo iba a serlo enamorarse? ¿Cómo pretendéis vivir una nueva aventura sin superar obstáculos?La vida son barreras que nos hacen sentirnos vivos, si no, rozaríamos la sencillez de la muerte. Soy fiel al amor propio, a mirar por uno mismo y eso por eso que defiendo de forma preponderante el 'let the river run'. Aventúrese a sentir como lema en mi bandera . Y es que no hay miedo que paralice más, ni miedo más irracional que el que nos invade cuando sentimos. Y sí, por supuesto, como era de esperar [ que lo he dicho al principio del post, no me seáis lumbreras ] hablo de l'amour.

Jueves

Hoy la ansiedad se ha apoderado de mi. Creía tenerlo claro, creía saber lo que quería. Creía saber que eso era realmente lo que necesitaba. Pero entonces, mientras estaba sentada en la oficina ha llegado mi Bollito paseada por el cochecito que empujaba su mamá. Esos ojos azules, esos mofletes apretujables y esos tres meses de vida que, sin duda, animan a querer vivir. "Ay, qué bonita está esta niña" y en menos de cinco segundos su mamá la ha cogido del cochecito y me la ha dado. Cuarenta minutos entre mis brazos. Miradas con las que me la comía. Besos achuchables, Cogerla así, cogerla asá. Ruidos adorables. Sonrisas que cautivan. Y varios intentos de que se fuese con Mamá. Y nada, Bollito manifestaba su descontento llorando cada vez que lo intentaban. Y yo el mío. No quería dejarla aún. No quería dejarla porque no sabía qué sentía, ni cómo lo hacía. O sí. Sí que lo sabía. Soy capaz de conocerme y conocer mis sentimientos y emociones, aunque no las reconozca. He tenido miedo

Del amor y otros tantos: Vivir en futuro

Una de las preguntas más complejas y existenciales a las que nos sometemos casi toda persona, al menos una vez en la vida, es la de por qué nuestra relación no funciona cuando nos queremos o amamos. Anoche hablaba de ello con un amigo [ de momento sin nombre asignado al Diccionario en Rouge ] y me ha hecho reflexionar bastante. Las relaciones no tienen por qué acabar por falta de amor. Del eres perfecto pasamos al quiero que cambies. Del estamos hechos el uno para el otro pasamos al no tenemos nada en común. Y esto, queridxs, es más común de lo que creemos. Uno de los mayores problemas que tiene el ser humano a la hora de gestionar una relación es ese ímpetu, esa manía persistente por querer convertir a una persona en lo que queremos que sea. Muchas veces nos enamoramos de una persona viviendo en futuro. Creemos que cambiará, que se amoldará a nuestros gustos y preferencias, que hará lo que nosotros esperamos. Que de ser una persona a la que le encanta viajar, pasará a ser una perso

Un barrio de mi corazón

Es muy complicado que me logre sentir como en casa en algún lugar. Llevo casi toda la vida viviendo en un ciudad rica por su sol, sus playas, su gente. Respiro el mar, huelo la vida y acaricio un clima que roza la perfección. Encuentro de todo lo necesario para vivir, para vivir bien. Familia, amigos, trabajo y enemigos. Lo que viene siendo un paraje casi idílico. No es mi casa. No es mi ciudad. No es mi barrio. No me transmite. No me transmite cariño. No me transmite amor. No me transmite vida. Mi vida. Hace no mucho tuve la posibilidad de vivir muy cerquita de un barrio malagueño que me cautivó. Sin tener mucho y teniéndolo todo. No sabría describir qué me enamoró de ese barrio. Que me conquistó de aquel compás. Tal vez su vida, tal vez la mía. Tal vez la comodidad, la seguridad, las risas y sonrisas, las caricias, el azahar, el olor más puro a Málaga. No entiendo de barrios, no entiendo de Málaga. Sólo pretendo acercaros a aquel precioso lugar que me hizo sentirme ubicada, senti